Emprender es una tarea compleja que involucra ciertas capacidades y destrezas. Según un informe del Banco de Desarrollo de América Latina (CAF 2013), el emprendedor latino, minimiza su formación, concibiendo a los negocios como al hecho de tener una idea y abalanzarse al mercado, con la expectativa de que todo saldrá bien. Gran parte de estos negocios pequeños, su naturaleza es la subsistencia como escapatoria al desempleo.
Ecuador no se queda al margen. Según el Global Entrepreneurship Monitor (GEM, Ecuador 2016), el ecuatoriano emprende, pero no genera empleo. Señala también el GEM, que la tasa de emprendimientos nacientes (los que tienen hasta 3 meses sin pagar sueldos) es de 22.4% versus los emprendimientos nuevos (los que tienen entre 3 y 42 meses que han pagado sueldos) es del 11%, existiendo una diferencia importante entre quienes logran pasar el “valle de la muerte empresarial” y aquellos que perecen en el intento.
Son los negocios nuevos que atravesaron ese “valle de la muerte” donde acercamos la lupa para analizar la interacción de las relaciones, es decir, en los negocios que atravesaron ese valle de la muerte, cómo se forjan las relaciones del emprendedor con: proveedores, clientes y equipo de trabajo.
Aquí una síntesis: En primer lugar, existe un diálogo fluido, constante y fiable. Para éstos emprendimientos no son sólo prácticas éticas, son elementos estratégicos de su forma de hacer negocios. Por varias vías como Whatsapp, mail y reuniones, se fomenta la transparencia de la información, disciplina en las intervenciones y seguimiento de acuerdos.
Segundo, la resolución de conflictos. El emprendedor es el mediador en las tensiones del equipo, pero también es el motivador. Se asegura de levantar un bloqueo en la contratación de sus colaboradores, evitando emplear a personas con débil manejo de sus emociones que afecten negativamente el clima de la empresa. Se aprovechan espacios informales de interacción laboral para escuchar a las partes por separado y llegar a acuerdos.
Tercero, aprovechamiento del potencial creativo. Se estimula la iniciativa del equipo forjando el trabajo por objetivos, se evalúan opciones, prevaleciendo el impacto costo/beneficio. Todo esto se combina con una rotación de roles de tal forma que cada integrante, es sensible a los retos que cada puesto de trabajo enfrenta.
Cuarto, innovación. Las nuevas ideas provienen de varias fuentes: inversionistas, equipo, pasantes, clientes, proveedores, entre otros. Pero al final quienes toman la decisión son los emprendedores. Se aseguran de provocar un ambiente que estimule la inteligencia creativa donde cotidianamente nazcan nuevas ideas y se las retroalimente para su ejecución.
Quinto, visión prospectiva. Tanto emprendedores como equipo de trabajo llevan impresos en sus mentes y corazones, hacia donde quiere llegar la empresa y trabajan día a día para ese propósito. Los proveedores se involucran como socios estratégicos, se vuelven “partners” de negocios y los clientes se convierten en fans, es decir son embajadores que hablan bien de la marca.
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